Puntuación: 4.5 de 5.

El tiempo es una ilusión.

(Albert Einstein)

Fue un día de 1938, David Kurtz comenzó a rodar con su cámara escenas cotidianas en el poblado de Nasielsk en Polonia. Un recuerdo de unas vacaciones añoradas y una trivial reminiscencia de su pueblo natal fue lo que imaginó Kurtz. Imposible imaginar que esos minutos de película serían inmortalizados por esa cosa que Einstein definió como una ilusión. Fue el tiempo el responsable de que esos rollos de celuloide pasaran a ser el único testamento de los habitantes de Nasielsk luego del Holocausto. Three Minutes: A Lengthening (2021) de Bianca Stigter combina la narración con una magistral edición para entregarnos un filme de 1 hora y 9 minutos únicamente usando como recurso visual la grabación original de David Kurtz de la que sólo se pudieron rescatar tres minutos.

El nieto de Kurtz, Glenn fue la chispa que encendió el fuego. Luego de encontrar la grabación procedió a donarla al museo del Holocausto en los Estados Unidos. Un arduo trabajo de reconstrucción permitió que se pudiera restaurar la película a las mejores condiciones posibles. Durante este proceso Glenn Kurtz también escribió un libro en el cual tituló: Tres Minutos en Polonia: Descubriendo un Mundo Perdido. Con esos tres minutos de película que pudieron ser rescatados de la grabación original Glenn comenzó una odisea para tratar de identificar a posibles sobrevivientes o familiares de los que en ella aparecen. En el proceso también se acerca a sus raíces y al pasado de su familia.

Tres minutos, toda una vida

La directora Bianca Stigter se convierte en una especie de forense. Primero deja correr esos tres minutos para luego retroceder y diseccionar cada microsegundo en busca de pistas y detalles que nos permitan entender lo que sucedió en ese día de verano de 1938. Los rostros sin nombre comienzan a tornarse en personajes y su ir y venir comienza a estructurarse en una narración provista de coherencia. Cual viajeros en el tiempo navegamos por las vidas pasadas que parecen prolongarse eternamente mientras esos tres minutos se repiten de manera incesante.

La narración de Helena Bonham aporta la cohesión de la estructura narrativa y hace que el ayer se convierta en un presente perpetuo. Nos hace evocar el cortometraje Night and Fog (1956) de Alain Resnais sin el horror del infierno de los campos de concentración, pero con la misma sensación de desesperación ante la inminente tragedia que se anticipa. Three Minutes: A Lengthening (2021) no pretende recostarse en la tragedia para lograr la empatía, el acercamiento se logra desde el deseo puro de escudriñar el pasado para entender mejor el presente. Aquí la forma y el fondo se combinan de manera magistral, desde la técnica nace un trabajo ingenioso y audaz que se nutre de un trasfondo muy íntimo pero que apela a la generalidad por el tema que aborda.