Puntuación: 3 de 5.

El equivalente de no juzgar a un libro por su portada en el cine sería no juzgar a una película por los avances. Tal vez en el caso de las películas el chance de acertar en las predicciones puede ser más alto, pero siempre habrá un margen de error. Free Guy (2021) de Shawn Levy es el perfecto ejemplo. Desde que vi los primeros avances de este filme tenía cierta intriga. Aun cuando las imágenes podían sugerir que el resultado podía ser catastrófico algo me impulsaba a ver esta película. Algo era seguro, o las cosas salían muy bien o terriblemente mal, no había espacio para un punto medio.

Son muy pocos los horizontes que el cine no ha explorado, en pantalla hemos visto adaptaciones de todo tipo. Los videojuegos no son la excepción y los hemos tenido en todas formas y colores representados en la gran pantalla. En esta Free Guy lo que se despliega es el propio mundo interior de un videojuego y no una adaptación de una historia existente. El guión de Matt Liberman y Zak Penn corre con toda libertad en el desinhibido mundo que nace en el interior de las pantallas y que no responde a las leyes terrenales.

El show de Guy

Guy (Ryan Reynolds) es un tipo común con una vida simple. Levantarse cada mañana, saludar a su querido pez, preparase pare le trabajo, pasar por la tienda por su café y llegar hasta el banco donde se desempeña como cajero. Pueden dar copiar y pegar por 365 ó 366 para años bisiestos y tendrán un replica de la vida de Guy. Pero un buen día el noble Guy descubre que él es simplemente un personaje secundario en un popular videojuego. Desde ese momento su vida cambia drásticamente y es así como cruza caminos con Millie (Jodie Comer) y comienzan una singular aventura juntos.

Como el despertar de Truman en el clásico de Peter Weir (y guardando la distancia para que no me crucifiquen) el momento de iluminación de Guy es la chispa aquella que mencionaba Bunburry. Cuando nuestro protagonista se hace consciente del mundo que le rodea y de la farsa que ha estado viviendo es cuando las cosas comienzan a ponerse interesantes. Sin la profundidad argumental ni la densidad del discurso existencialista del Truman de Jim Carrey, el Guy de Reynolds propone un relato más ligero y apoyado en la comedia situacional. En medio del caos, las explosiones y la sátira Free Guy encuentra espacios para la crítica social y repasar algunas de las dolencias de la sociedad moderna, en especial con el acento que hace sobre el aislamiento que puede generar el mundo virtual.

Free Guy se soporta por completo en el carisma de un Ryan Reynolds que domina sin problemas y se ve cómodo en un rol que le es familiar. El ritmo rápido, el uso de la música para marcar la cadencia narrativa y las referencias a la cultura popular hacen de esta película un viaje delirante y entretenido.