Puntuación: 4 de 5.

No le dio tiempo a lucir el tuxedo, ni siquiera había ordenado el martini, agitado no revuelto. Pero ya los tabloides lo habían devorado y descalificado por completo. Cuando en 2005 el mundo recibió la noticia de manos de Barbara Broccoli y Michael G. Wilson de que Daniel Craig sería el sexto actor en interpretar al legendario James Bond el odio hizo su entrada y horas más tarde todos decían que era una de las decisiones más desacertadas de los productores. Ahora, 15 años después de su primera película y con el estreno de No Time to Die (2021), la quinta y última de la era Craig, el británico se despide como el mejor actor que ha dado vida al agente 007.

Cuando estrenó Casino Royale en 2006 fue, en buen dominicano, una galleta sin manos. Bastó la secuencia pre-títulos para saber que estábamos ante un Bond diferente. Craig nos dejó una de las mejores interpretaciones en la historia del personaje y en ese proceso el director Martin Campbell concibió la mejor película hasta la fecha de la franquicia del agente que parió Ian Fleming. Sería un antes y un después de Casino Royale, para bien y para mal. La barra se elevó muy alto y el nuevo parámetro de comparación sería un desafío para las producciones por venir. Los detractores tuvieron que tragarse sus palabras y el mundo estaba una vez más rendido ante los encantos de Mr. Bond.

Este no es el James Bond de tus padres

La era de Craig lo primero que hizo fue desmitificar al 007. El aura de invencible le fue arrebatada de un zarpazo y el escudo que cubría sus sentimientos fue hecho pedazos. Presenciamos a un Bond al que se le rasga su impecable traje, que sangra de manera profusa, que se involucra sentimentalmente y en esa misma medida le rompen el corazón. Pero todo eso funcionó muy bien primero para adaptar al personaje a los tiempos modernos y segundo para dotarle de una profundidad que nunca nos habían querido mostrar.

Daniel Craig, con un físico impresionante, deslumbró a muchos e hizo suspirar a otras tantas y a la vez hizo que fuera verosímil el despliegue de agilidad en pantalla. Pero donde realmente trascendió Craig fue en hacer el personaje relevante más allá de la Walther PPK, los martinis, el tuxedo, las chicas bond, los lugares exóticos y el Aston Martin. Bond nos importó por lo que era cuando no estaba al servicio de su Majestad. El hombre detrás del traje pasó a ser más importante que la figura que emprendía la misión suicida para salvar al mundo.

Aun cuando los más puritanos renieguen de ver a Bond melancólico por un amor perdido o sometido al punto de quiebre por el villano de turno, la etapa Craig era necesaria y la franquicia debe estar siempre agradecida de que Craig ayudó a construir el puente para conectar con las nuevas generaciones y trilló un nuevo sendero para el agente 007.

Sin Tiempo para Morir

La saga de Daniel Criag como James Bond es sin dudas la más trágica dentro de la historia de la franquicia. Si bien las películas tienen el sello definitivo de acción y aventura que es marca registrada de la casa, la tragedia y la pérdida es el factor común en todas ellas. Desde la amarga partida de Vesper Lynd (Eva Green) en Casino Royale (2006) todo fue desmoronándose lentamente, las aparentes victorias del 007 ante sus antagonistas escondían los quebrantos que se iban acumulando. Antes de llegar a No Time to Die sólo en On Her Majesty’s Secret Service (1969) habíamos visto a bond realmente perder algo preciado.

No Time to Die confirma que el camino que recorrió Craig bajo la insignia del 007 fue un verdadero calvario. La audiencia encontró satisfacción en las espectaculares misiones y la impresionante habilidad con la que lograba salir por la puerta grande. Aun en la hora más oscura como cuando le vimos en Skyfall (2012) enfrentando su pasado y perdiendo a la única figura materna que tenía, salíamos de la sala pensando que Bond había triunfado una vez más cuando en realidad Bond había perdido una vez más y había perdido mucho.

Escena de No Time to Die (2021)

En la presente James bond ha dejado el servicio y se encuentra viviendo una nueva etapa retirado de la agitada vida que representaba ser un miembro del MI-6. Nos lo encontramos en Matera, Italia en compañía de Madeleine Swann (Léa Seydoux). Bond y Madeleine parecen dispuestos a dejar el pasado atrás y comenzar una nueva vida juntos, pero antes James tiene que pagar una visita a la tumba de Vesper Lynd y aquí comienzan los problemas. De manera milagrosa Bond escapa de la muerte y de inmediato comienza una frenética carrera por las angostas calles de la remota ciudad italiana. El director Cary Joji Fukunaga (Sin Nombre, Beasts of No Nation) muestras credenciales y con esa primera magistral secuencia de acción nos prepara para una de las aventuras más intensas del 007.

Neal Purvis y Robert Wade son los sospechosos habituales en el guión. Phoebe Waller-Bridge (Fleabag, Killing Eve) y el propio director los acompañan en la creación de la historia. La estructura de la narración es desigual y si bien ofrece mucho terreno para que Craig se luzca como actor escudriñando en las partes más oscuras y sensibles de Bond, deja cabos sueltos en la línea de tiempo de algunos de los personajes. La acción mueve la historia y no al contrario lo que hace que algunas decisiones creativas para solucionar los problemas que plantea el guión resulten antojadizas y hasta ingenuas. Algunos de los baches se cubren tras las impecables secuencias de acción y otros tras la potente interpretación de Craig y su presencia en pantalla.

No hay Bond sin villano

Bond no tendría sentido sin sus villanos. Esas mentes maestras que mueven los hilos desde las sombras y que siempre tienen un plan macabro para dominar el mundo. En esta ocasión le toca a Rami Malek (Bohemian Rhapsody, The Little Things) interpretar a Safin, una figura crucial en el pasado del interés romántico de Bond y que tiene una conexión con la organización criminal SPECTRE. La expectativa que se crea para construir la figura de Safin es efectiva, pero cuando se revela su propósito y se introduce de manera activa en la historia su impacto no es tan fuerte. Malek es convincente en la piel del despiadado antagonista, sin embargo, sus motivos no tienen la fuerza que la historia pretende.

Otro elemento fundamental en las cruzadas de Bond es su equipo, sería imposible vencer a todos esos malhechores por sí solo. Viejos aliados como Felix Leiter (Jeffrey Wright) reaparecen y una nueva agente 00, Nomi (Lashana Lynch) se suma a la aventura para ayudar a Bond. Poco aporta Lynch en su intervención con menos minutos en pantalla, Ana de Armas (Blade Runner 2049, Knives Out) como la agente Paloma en la secuencia en Cuba, impacta más.

No Time to Die se reviste desde el inicio con un aura de ocaso, cual tragedia griega la fatalidad la podemos oler y parece pesar sobre los personajes de manera inevitable. Con cada paso de Bond sentimos que se escribe una carta de despedida de Craig que se acentúa con la secuencia final con un despliegue primero a nivel de interpretación y segundo en el plano de ejecución del personaje enseñando todo su arsenal y capacidad para eliminar a los chicos malos. Lo minutos finales se consagran con un plano secuencia trepidante que encumbra al 007 al pedestal más alto. Alcanzado el clímax nada nos prepara para el golpe final y la movida más atrevida en la historia del personaje.