Puntuación: 3 de 5.

Bien pudo Adam McKay tomar fragmentos de la vida diaria, editarlos de forma coherente y hubiera obtenido el mismo guión de No miren arriba (2021). Lo que se nos da en código de sátira no es más que la cruda realidad de nuestros tiempos. Entre las líneas de la parodia y el humor nos topamos con el decadente mundo de los medios de comunicación masiva, las redes sociales, los políticos oportunistas y los autoproclamados emprendedores gurúes de la tecnología y los mercados. Lo que el discurso proclama, lo sabemos, lo vivimos y ya hasta poco nos importa.

No es la primera vez que McKay la emprende por este camino. En Vice (2018) nos mostró la figura de Dick Cheney, uno de los políticos más influyentes en el escenario mundial. Y con The Big Short (2015) nos mostró desde una óptica no convencional la crisis inmobiliaria de 2005 en los Estados Unidos. En ambos filmes el director hace gala de un perfecto manejo sarcasmo para contar historias densas y de mucho peso. Sus personajes exagerados acentúan la realidad y la exponen sin corrección política en otro ejercicio del arte imitando a la vida.

De cometas, científicos y redes sociales

Un día cualquiera la astrónoma Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) descubre durante su proceso de observación rutinaria un cometa. La emoción se convierte en preocupación cuando su supervisor el Dr. Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) determina que la trayectoria del cuerpo celeste lo llevaría a impactar de manera inminente con nuestro querido planeta Tierra. Las alertas de todos los organismos de seguridad se encienden y en un abrir y cerrar de ojos los dos astrónomos se encuentran en la oficina oval en una reunión con la presidenta de los Estados Unidos para exponer la gravedad de la situación.

No miren arriba despega por completo cuando Dibiasky y Mindy tiene que tomar el asunto en sus propias manos y embarcarse en un peregrinaje mediático para alertar al mundo del apocalipsis que se avecina mientras los poderes del estado tratan de manipular la verdad y el magnate Peter Isherwell (Mark Rylance) aprovecha para sacar un beneficio particular. Ese Isherwell que no es más que una mezcla de Jeff Bezos, Elon Musk, Richard Branson, Bill Gates y Mark Zuckerberg, es uno de los personajes más determinantes en el filme. Cuando se abre el camino para atacar la forma en como las redes sociales y la televisión dan forma al discurso y deciden lo que se dice y como se dice la película encuentra otro vehículo para entregar la ironía que nos recuerda que la ficción no se equipara a la realidad.

Este es el final

Hasta la música de Nicholas Britell (The Big Short, Moonlight) encuentra espacio para ajustarse al tono satírico del filme y sus notas rimbombantes y cargadas de melodrama nos hacen recordar todas esas películas que se presagian el fin del mundo. El veterano Linus Sandgren (La La Land, No Time to Die) se pone detrás del lente para mostrarnos esos primeros planos del Dr. Mindy hiperventilando o de la Dra. Dibiasky perdiendo el control frente a las cámaras para recordarnos al Peter Finch de Network (1976). Pero también nos regala planos más majestuosos como los de las secuencias finales en las calles y posteriormente en el interior de la casa en esa “última cena”.

Un viaje frenético que nos hace chocar de frente con la realidad, eso es No miren arriba.