Puntuación: 5 de 5.

Los varones hacen fútbol… o boxeo… o lucha libre. No el jodido ballet.

Billy Elliot (2000)

Santo Domingo no se mueve se tongonea. Es una maldición no poseer la soltura de caderas o el ritmo para devorar cualquier melodía que se atraviese en el camino. Peor aún es nacer con dos pies izquierdos, grupo en el que me incluyo, y para el cual imagino hay un lugar especial en el purgatorio. Antes de que Vals de Santo Domingo (2021) muestre las líneas de su discurso ya nos ha curtido con música y folclore. Prepara la antesala de forma perfecta, el marco de referencia es poderoso y sustenta la narración desde su arranque hasta la conclusión.

A Raymundo, Víctor y Ángel no les toca luchar contra los estereotipos de un apartado pueblo minero de Londres como le tocó al Billy que creo desde la ficción Stephen Daldry. A nuestros protagonistas les toca peor. No desde la ficción sino desde la realidad pura y dura les toca enfrentar los estereotipos insulares caribeños en un país que no les perdona los pliés. Si fuera merengue, salsa, son o reguetón los jueces no serían tan severos, pero el que se hayan decidido por el ballet es imperdonable. La directora Tatiana Fernández Geara (Nana) nos deja ver el mundo de estos tres amigos que son los únicos varones en una clase de ballet.

Bailemos otra cosa

Cámara en mano la propia directora se encarga de capturar las imágenes en su estado más puro. Se nota que su presencia contamina muy poco los momentos en los que Raymundo, Víctor y Ángel hablan de sus sueños, frustraciones y miedos. La danza los une y es a la vez una herramienta que los ayuda a descubrirse y a encontrar orden en el caos que les rodea. El guión va naciendo desde la cámara y se define con la edición de Juanjo Cid (El Editor Cuir). Lo que se logra desde la dirección y el montaje es impresionante, pero es aún más impactante las historias de estos tres mosqueteros. Las emociones se apresuran, pasamos desde la risa intensa a las lágrimas sin aviso y nos sentimos vulnerables. Con cada minuto nos vamos conectando más con los protagonistas y su destino nos importa.

Vals de Santo Domingo nos desnuda y nos enseña las carencias que nos han acompañado por años. Desde la perspectiva de tres niños podemos entender el pensar y el actuar de toda una sociedad. Tatiana Fernández Geara ha encontrado la forma de tocar los nervios más sensibles de esta media isla. Nana (2015), que fue su debut, es otro documental que también nos mueve a reflexionar mientras observa de cerca otra realidad de nuestro país.

Mientras perseguimos a Raymundo, Víctor y Ángel conocemos tres líneas narrativas distintas, convergen en el salón de baile y ahí es donde los vemos sin adornos. Pero más allá hay otra realidad que es la de sus familias y su entorno, ahí la historia enseña otros matices más intensos hasta llevarnos a un final poético para un cierre perfecto.

El cine quisqueyano ha tenido en los últimos años propuestas interesantes y es en documental donde más aire fresco ha encontrado.