Puntuación: 2 de 5.

Ruedan los primeros segundos de la secuencia de apertura y Gunpowder Milkshake (2021) ya parece precisamente eso, una batida. La estética, la música, el personaje central, el diseño de producción y el manejo de la cámara nos activan en el cerebro el registro de archivos y se comienzan a cotejar similitudes. El director Navot Papushado roba páginas de los libros de otros colegas y arma una especie de Frankesntein. Vamos, no es que esté mal tomar referencias de aquí y de allá, en el arte eso es lo más común y de hecho uno de mis favoritos, Quentin Tarantino, es un maestro en estos afanes. El problema viene cuando esas estampas se acumulan como adornos y no como elementos que contribuyen a dar forma y carácter a la historia.

Me imagino a ese Papushado (no puedo evitar reírme con este apellido) invocando el lema que se usaba para formar a Voltron el defensor del universo. Primero llama a Tarantino para que forme los pies, por otro lado, a Winding Refn para que, de forma a los brazos, también invoca a la saga de John Wick para que forme el torso y por último grita que él formará la cabeza. Así, el nativo de Israel arma su Gunpowder Milkshake con retazos de cine que se mezclan muy bien pero que anteponen la forma sobre el fondo.

De tal palo tal astilla.

Sam (Karen Gillan) se recompone luego de una misión que se descarriló. Nathan (Paul Giamatti) la cita en una cafetería para pasar balance de la situación y para encargarle una nueva encomienda. Mientras Sam espera por Nathan un flashback nos habla de su pasado y nos arroja luz sobre como se convirtió en una asesina a sueldo. En una pomposa secuencia en cámara lenta descubrimos que su madre Scarlet (Lena Headey) la precedió en estos caminos y tuvo que sacrificar estar junto a ella para protegerla.

Luego de la nostálgica secuencia volvemos a la época actual y a la nueva misión de Sam. El guión coescrito por Papushado y Ehud Lavski nos prepara para la acción sin freno justo cuando nuestra protagonista pretende concluir su nuevo encargo. Una nueva ficha se pone sobre el tablero y una serie de eventos se desencadenan cuando Sam toma una decisión que pone su vida en peligro. Una banda sonora rimbombante y los colores ultra-saturados marcan el paso de una historia que esgrime los códigos del humor negro y la comedia absurda como su punta de lanza. El lente de Michael Serensin (Angel Heart, Dawn of the Planet of the Apes) encuentra terreno fértil en los decorados y los escenarios interiores. Todo se presta a la perfección para un espectáculo visual y el director de fotografía lo capitaliza de la mejor manera. Es aquí donde Gunpowder Milkshake muestra su mejor cara y fluye con más libertad.

Donde las balas se atascan es en la historia y lo irregular de su desarrollo. No basta con vestir de heroína a esa Sam y ponerla junto a la veterana Scarlet a eliminar chicos malos a punta de pistola. El agitado ritmo de los personajes los lleva en una carrera a ninguna parte y la figura del antagonista carece de fuerza para hacer contrapeso en la balanza. La propuesta inicia de forma llamativa e interesante pero mientras el metraje avanza se va diluyendo. Otra de esas que en la era del vídeo club hubiera aterrizado directo en vídeo sin pasar por las salas de cine y que ahora en la era de las góndolas digitales cobra más importancia de la que merece.