A partir de la semana 8 de gestación las manos comienzan a formarse. Esta parte de nuestro cuerpo es una de las más asombrosas y es con ellas que con mayor fuerza manipulamos el mundo exterior. Que una mano sea la protagonista del largometraje animado Perdí Mí Cuerpo es una de las más bellas metáforas que hemos visto en el cine. Son los rostros los que siempre nos han cautivado en la pantalla, desde las miradas pícaras del vagabundo de Chaplin, pasando por los rostros de Bergman y hasta llegar a Malick siempre esos primeros planos se han saciado en el semblante humano. Ahora el director Jérémy Clapin nos cambia el foco y hace de una mano amputada su protagonista.

Podemos decir que Perdí Mí Cuerpo es una película sobre la eterna búsqueda del sentido de la vida. En el medio de todo se gesta una improbable historia de amor y el ímpetu de un joven con la voluntad de fabricar su destino. El guión, en el cual comparten créditos Guillaume Laurant (Amélie) y el propio director, nos estimula desde el principio con una secuencia cargada de adrenalina. Manejando los elementos más básicos del lenguaje cinematográfico el director construye una introducción que seduce a la audiencia.

MANOS QUE CREAN Y DESTRUYEN

Esa mano que escapa de un laboratorio y se aventura por las calles de París en busca del cuerpo al que pertenece es nuestro narrador. Con la misma destreza con que las manos construyen así mismo esos cinco dedos errantes logran construir una narrativa solo con lo elementos visuales. En el trayecto nos vamos a encontrar con Naoufel (Hakim Faris) y Gabrielle (Victoire Du Bois), el primero un alma que padece en la búsqueda de su norte y la segunda un corazón libre y decidido. Es en este ecosistema que la historia de Jérémy Clapin florece, los constantes flashbacks nos dejan ver parpadeos del pasado que nos ayudan a construir el presente.

La forma en cómo se plantean las alegorías sobre la vida y como el ser humano es creador y verdugo es uno de los puntos más altos del filme. Basta con referir a la secuencia en la que vemos a la mano escapar por un tejado y en un desliz resbalar casi hasta el abismo, una paloma se convierte en su salvación, pero en su afán por sobrevivir termina por segar la vida del ser que le ayudó a no perecer. En el concepto mismo de la mano que persevera a pesar de estar cercenada del cuerpo se esconde otra simbología importante. La parte como un todo en sí misma, la mano que es más consciente que el mismo cerebro y que encuentra humanidad aún sin formar parte de un cuerpo.

Perdí Mí Cuerpo

Perdí Mí Cuerpo (Google Images)

NAOUFEL Y GABRIELLE

Perdí Mí Cuerpo narra dos historias de forma paralela y la historia de Naoufel y Gabrielle es la otra pieza fundamental. Sujetado a los arcos narrativos más básicos de las historias de amor, Clapin logra darnos algo refrescante. La narración en paralelo funciona, pero el ingrediente mágico es la pureza y honestidad de esos personajes. Naoufel transita por los caminos del héroe de las historias románticas mientras que Gabrielle hace las veces de doncella, pero en el trayecto los giros siempre nos dejan en un lugar que no esperamos.

El director parisino le ha regalado al mundo una de las historias de amor más bellas de la gran pantalla y en el proceso ha concebido una obra que nos hace reflexionar sobre el desapego, la pertenencia y  la plenitud del ser humano.

10/10