Puntuación: 5 de 5.

La realidad es vulgar. Por eso quiero hacer cine, aunque solo he visto tres o cuatro películas.

Ojalá todo fuera decidir entre acostarte con la mujer de tus sueños o que el mejor jugador del mundo juegue con tu equipo favorito. Entre provocadores sueños de juventud y tragos amargos de la realidad más pura, teje Paolo Sorrentino la historia de Fue la mano de Dios (2021). El napolitano ha concebido su trabajo más personal, un autorretrato. Su cine ha golpeado con contundencia a las audiencias y su capacidad para explorar el alma humana y comprender el mundo que le rodea es impresionante. Con La Gran Belleza (2013) nos hizo recordar a los grandes maestros italianos que le precedieron al tiempo que engendraba una película legendaria.

Cual Fellini construyendo su 8 ½ (1963) así va Sorrentino armando su película. Agarrando fragmentos sueltos de su pasado y adhiriéndolos a momentos determinantes que le marcaron logra plasmar su vida. La nostalgia se respira en cada línea y cada secuencia, pero no gobierna el discurso. La cadencia la marca el perfecto uso del lenguaje cinematográfico y el aprovechamiento de la añoranza como un personaje y no como un recurso efectista. Fue la mano de Dios es un vehículo para expiar los demonios, una historia de pubertad pujante, una reflexión sobre la familia y un canto para celebrar los domingos de fútbol y las tardes de verano frente al mar de un tiempo ya pasado.

Fue la mano de Dios

El convulso Nápoles de los años 80 sirve de trasfondo para el relato de Sorrentino. El día que el mejor jugador de fútbol del mundo decidió firmar por el modesto equipo napolitano la tierra se sacudió. El verano del 84 debió ser el más importante en la vida de todos esos residentes de la ciudad del Vesubio y en particular para el joven Fabietto Schisa (Filippo Scotti). El alter ego del director Sorrentino vio su vida definida en los días en que Maradona pisaba su pueblo, su tía Patrizia (Luisa Ranieri) comandaba la rigidez entre sus piernas y su hermano Marchino (Marlon Joubert) soñaba con ser actor. El guión se mueve entre momentos surrealistas, comidas familiares, paseos en botes y sueños de celuloide.

¡Con la mano! ¡Un dios! Anotó con la mano. Ha vengado al gran pueblo argentino, oprimido por los innobles imperialistas en las Malvinas.

Daria D’Antonio (Ricordi?, La pelle dell’orso) es responsable de la cinematografía. Su cámara sigue a ese Fabietto en sus aventuras veraniegas mientras la música de Lele Marchitelli (La Gran Belleza) adorna sus pasos y acompaña sus latidos. El universo audiovisual de Fue la mano de Dios es impresionante y cada secuencia es una poesía que se lee a 24 cuadros por segundo. Los personajes de Sorrentino llegan al mundo de Fabietto unos para dar y otros para robar. Conversaciones insignificantes de tornan trascendentales y con cada confluencia Fabietto va rasgando el velo de la adolescencia.

Muchos de los personajes de Sorrentino vuelven constantemente al mar mientras se despiden de su Fabietto. Luego de haber cumplido su cometido, de haber germinado, entonces vuelven al origen mientras Fabietto sabe que de algún modo esos encuentros tienen importancia aún cuando no puede entender por completo su significado. Entre regates de El Pelusa, voluptuosos pechos erguidos y tragedia familiar Fue la mano de Dios nos golpea con la misma fuerza con la que nos pega la adolescencia inmisericorde.