Puntuación: 5 de 5.

Otto Preminger fue un artesano del cine. Su control absoluto de los detalles y la impecable puesta en escena siempre le acompañaron. Bunny Lake Ha Desaparecido (1965) posee, en efecto, ese sello distintivo que hizo del austrohúngaro un maestro del séptimo arte. Ya fuera desde el estrado con su Anatomía de un asesinato (1959) o sumergido en el oscuro mundo de las adicciones en El hombre con el brazo de oro (1955), Preminger siempre fue punzante a la hora de contar sus historias. Relatos comunes que mutaban hasta convertirse en crónicas insólitas.

El suspenso psicológico y el trhiller convergen en Bunny Lake Ha Desaparecido. El pausado ritmo de la secuencia de apertura cambia de forma drástica cuando se introduce el dilema que mueve la historia. Cuando conocemos a esa Ann (Carol Lynley) las cosas comienzan a tornarse bizarras. Una declaración y una niña desaparecida son suficiente para mover todo el engranaje. Laurence Olivier en su rol como el superintendente Newhouse y Keir Dullea como el hermano de Ann, completan el cuadro.

Su nombre es Bunny Lake

La herramienta más efectiva dentro del guión de John y Penelope Mortimer, que a su vez se basa en la novela homónima de Marryam Modell, es la complejidad psicológica del personaje de Ann. El discurso del director se construye desde sus acciones y a medida que evoluciona se hace más denso. El ritmo fluctúa con el tempo de Ann y son sus emociones las que marcan la pauta. Su hija ha desaparecido misteriosamente y no parece haber evidencias que soporten la teoría de la madre.

El otro elemento es precisamente la figura omnipresente de Bunny Lake. El tratamiento que Preminger le da a la desafortunada niña es el de un MacGuffin, al menos en lo que respecta a su influencia en los dos primeros actos. Al igual que el detective Newhouse, el espectador duda de la existencia de Bunny Lake y se pondera que todo es un invento de una inestable Ann. El tridente conformado por Lynley, Dullea y Olivier es perfecto y sus momentos juntos en escena poseen mucha fuerza. El suspenso psicológico se lograr nos sólo con una magistral puesta en escena sino también con las formidables actuaciones.

El mundo de Preminger

La cinematografía de Denys N. Coop (Rosebud, The Executioner) aporta la forma junto a la composición de Paul Glass (Lady in a Cage, Fear No More). No es solo como se cuenta Bunny Lake ha desparecido sino también lo que se cuenta. Preminger encuentra mucho espacio para abordar subtextos que abarcan desde la maternidad hasta el incesto. Desde los títulos iniciales, con esa mano que desgarra el papel para mostrarnos los nombres y hasta las secuencias cuando la cámara sigue a los personajes con un aire de documental, todo funciona para que podamos leer entre líneas y conectar con las intenciones del director.

Podemos encontrar algo de la Gaslight (1944) de Geroge Cukor, en la relación de Ann y su hermano Steven sobre todo por la manipulación psicológica y la forma en que se utiliza para dar forma al ritmo narrativo. Igual podemos conectar con La Aventura (1960) de Antonioni, de manera particular en la forma en como se maneja el elemento de la desaparición.

Si miramos de cerca encontraremos un simulado final que encaja a la perfección con lo que Preminger nos muestra. La segunda conclusión es la que la censura iba a tolerar.