Puntuación: 3 de 5.

La pantalla nunca pudo contenerla ni tampoco esas 2 horas y 47 minutos de Blonde (2022). Marilyn es más grande que la vida misma, ni la muerte ha podido estropear su figura. Los escándalos, comida para alimentar a los estómagos hambrientos de morbo y el fertilizante perfecto para hacer la figura aún más enigmática. Andrew Dominik sabía que iba a entrar a un terrero escabroso, que se le iba a poner bajo la lupa por el sólo hecho de acercarse a una de las figuras que ayudó a crear la industria hollywoodense. El avezado director decidió emprender la tarea desde la parte que mejor se le da, el discurso visual. Para armar su historia se apoya en la novela homónima de la estadounidense Joyce Carol Oates. Con más de 700 páginas el libro, publicado en el año 2000, se convirtió en uno de los más vendidos y fue finalista para el premio Pulitzer.

Entre películas para televisión, series documentales y producciones para la gran pantalla se pueden contar un poco más de una docena de títulos que abordan de una forma u otra la vida o parte de la vida de Norma Jeane Mortenson, conocida en el mundo del espectáculo como Marilyn Monroe. Para esta Blonde Dominik decide adaptar la novela de Oates la cual, en las propias palabras de la escritora, gravita en el terreno de la ficción y no debe ser un compás biográfico de la vida de la actriz. El primer escollo que Andrew Dominik parece enfrentar es el de encapsular esas 700 páginas en un guión y esto se refleja en el excesivo metraje del filme. Si bien el poder visual es descomunal, el peso de cada minuto se siente y nos agota. La cinematografía de Chayse Irvin (Hannah, God’s Creatures) es responsable de mover el relato y la escasez de diálogos convierte a Blonde en una crónica visual de preciosas imágenes empalmadas con rigor narrativo.

Blonde, porque Los caballeros las prefieren rubias

Para llevar su discurso Dominik se inclina por una especie de monólogo expulsado desde las entrañas de la propia Marilyn y que no deja espacio para otras voces. Ana de Armas logra una interpretación de mucho nivel y cumple con lo que demanda su personaje. En la pantalla nos absorbe y podemos validarla como la icónica rubia, el lente sólo la quiere a ella y esto tiene un propósito artístico y semántico dentro de la propuesta del director. Los personajes que van llegando y saliendo de su vida son elementos que sirven para enmarcar o acentuar sus emociones. El de Blonde es el espectáculo de Ana de Armas en la piel de Monroe (literalmente en la piel), tal cual hiciera la verdadera Marilyn, el poder del personaje central es tan fuerte que engulle todo.

Blonde embelesa por la agudeza de sus imágenes que van desde los momentos más sublimes a lo instantes más oscuros y engorrosos. Esa es la marca registrada de Dominik que siempre comanda sus películas con una puesta en escena formidable y por igual siempre se interesa por personajes complejos y profundos. Aquí todo se entrega en la forma y se cuida al detalle cada fotograma, pero resulta una tarea titánica soportar el peso de ese metraje que se extiende en muchas ocasiones sin un propósito claro. La historia resulta una secuencia de anécdotas que no trascienden para crear una narración que nos interese más allá de esos breves fragmentos donde se conjugan la técnica con actuaciones memorables.