Puntuación: 4.5 de 5.

Hay dos maneras de rodas una escena y una de ellas es incorrecta.

David Fincher

El director Alonso Ruizpalacios pudo haber abordado su documental Una película de policías de múltiples formas. El resultado final nos acerca a la idea del hombre de Seven (1995), sólo había una manera correcta de abordar este tema. Lo único que le gana titulares a la corrupción en México es el narcotráfico. Podemos argumentar que las dos cosas están tan ligadas que es imposible definir donde empieza una y termina la otra. Fue la corrupción la levadura que fermentó esta idea de Ruizpalacios que al final terminó enfocándose en una sola institución dentro de todo el entramado político.

Los policías son tal vez el primer peldaño de esta empinada escalera. Son, sin dudas, la célula más cercana al ciudadano común, condición que los pone en evidencia con más facilidad y los convierte en blanco asequible para mancillar. La alta tasa de rechazo, la estropeada reputación y los constantes escándalos pavimentaron el camino para que Una película de policías cobrara forma. Pero de todas esas amplias avenidas que el director tenía por delante, decidió tomar un camino angosto y peligroso. La mirada se da desde adentro y en primera persona, las líneas entre ficción y documental se borran y lo que resulta es un híbrido que nos seduce.

Teresa y Montoya

No basta explicar lo que significa ser policía en México. Ni siquiera un documental de diez capítulos en el que nos remontemos al impero Maya y regresemos a la actualidad saturados de datos sobre cómo y por qué las cosas son como son, bastaría para entender ese ecosistema tan complejo. Por eso el director se decide por hacernos vivir en la piel de dos policías durante 1 hora y 47 minutos. Nos lleva a lo más profundo en las entrañas de la bestia y nos escupe hecho trizas. Una película de policías orbita alrededor de Teresa y Montoya una pareja de policías de la ciudad de México que se ganó el sobrenombre de “la patrulla del amor” debido a que su relación trascendió al plano sentimental.

Desde Teresa y Montoya la película nos narra las carencias de un sistema roto y nos muestra como la corrupción está tan sembrada que se percibe y se acepta como el modo estándar de operar de los agentes. Ruizpalacios nos provoca con una narrativa que se inclina al documental pero que fracciona los moldes y se conjuga con los recursos del cine de ficción para enseñarnos que Teresa y Montoya son seres tridimensionales, que no lo podemos encerrar en el encuadre de un lente. La puesta en escena es realmente el elemento más arriesgado de Una película de policías y ese elemento desafiante en el discurso del director es algo que le acompaña desde su opera prima Güeros (2014).

Una película de policías hecha mucha sal en la herida, pero no por el simple placer de disfrutar el dolor. El filme muestra una institución que ha perdido toda credibilidad y que se tambalea camino a su tumba, pero lo hace liberando su perspectiva de prejuicios y sin sacar las cosas de contexto. Teresa y Montoya son un ancla y sus historias son tan densas que ni toda la ficción del mundo podría inventarlos sin parecer inverosímil. Ruizpalacios logra uno de los mejores documentales de los últimos años y cierra su discurso con una potente alegoría que referencia el salto a lo desconocido que es condena y salvación.