Hay personajes que nacen para ser inmortalizadas en celuloide, bueno ahora es un algún disco duro. Pero la idea es que son figuras tan únicas que parecen destinadas para que el lente las capture. La Eléctrica Vida de Louis Wain (2021) hace precisamente eso, en sus casi dos horas no hace más que internarse en la vida del artista inglés Louis Wain. Fueron sus peculiares pinturas de gatos lo que le valió el reconocimiento a nivel social y redireccionó su carrera artística. Con la crónica característica del género biográfico el director Will Sharpe nos cuenta un drama centrado en el estudio de su personaje central, mas desde el plano personal que desde la óptica del artista.
La Inglaterra de finales del siglo XIX sirve de trasfondo para el inicio de esta inusual aventura. Sólo unos minutos han corrido y ya estamos de lleno en el caótico mundo de Louis Wain, desaliñado y con un ritmo frenético nos lo topamos en un tren atestado de gente mientras trata de completar unos dibujos. Una gota se sangre asoma por su nariz y pronto entendemos que esto es fruto de sus clases de boxeo. Así de dispersa fue la vida de Wain y así de desperdigados andaban sus pensamientos. En ese marco y con un montón de situaciones familiares, económicas y profesionales se fecundó el hombre y el artista que el mundo conoció.
Un hombre eléctrico
El versátil Benedict Cumberbatch personifica a Wain en una interpretación que le exige en múltiples niveles. En primer lugar, está el plano físico y lo demandante del lenguaje corporal y en segundo lugar el abanico de emociones y la turbulenta mente del artista. Cumberbatch tiene que moverse a un ritmo que nos deje ver al hombre inestable y siempre al borde sin ridiculizar a la figura, mientras en igual medida tiene que garantizar que la audiencia reconozca es mente brillante llena de oscuridad, pero también de mucha luz.
El contrapeso lo hace Claire Foy con su interpretación de Emily Richardson, entrando en escena como una figura de interés romántico podría ser fácil que la fuerza de Wain la eclipsara, pero su personaje se mantiene a la altura y aporta mayor coherencia a la historia. La combinación de ambos encamina al filme al drama romántico, pero esto es sólo una carnada para adentrarnos en senderos más sombríos cuando la tragedia hace su entrada.
La cinematografía de Erik Wilson (Submarine, Tyrannosaur) está ejecutada a la perfección, el ritmo, los tonos y la selección de ángulos varían de acuerdo con las altas y bajas de Wain. El universo visual se corresponde con la obra del artista, pero también con sus perturbaciones internas. Igual podemos tener una secuencia llena de color y con un impulso esperanzador, como un fragmento lúgubre que nos empuja a la tristeza. Sin lugar a duda es en el aspecto visual y en la caracterización de sus personajes centrales donde La Eléctrica Vida de Louis Wain muestra sus notas más altas. El guión de Simon Stephenson (Paddington 2, Luce) y en el que colabora el propio director, resulta un tanto anecdótico y por momentos plano. El filme fluye sin tropiezos con una buena realización y cargado por sus buenas actuaciones.