Como si se necesitara otro ejemplo de que la realidad siempre supera la ficción ahora nos llega el relato de un oso bajo los efectos de la cocaína. Lo que muestra Cocaine Bear es fruto de la ficción, pero la idea se inspira en un hecho tan real como que el agua moja. En diciembre de 1985 apareció una publicación corta en el periódico The New York Times con el título: “Cocaína y un Oso Muerto”. En la nota se hizo referencia al hallazgo de un oso negro que aparentemente había muerto a causa de una sobredosis. En la parte final se remarcó que la sustancia fue cocaína que había sido lanzada de un avión por conocido traficante que también había muerto tratando de completar un salto en paracaídas desde el mismo avión.
Habría que leer más de una vez lo anterior para convencernos de que no nos están tomando el pelo. No faltaría más para convencernos de que esos relatos que se dan día a día, en cualquier calle de cualquier barrio, superan con creces a todo lo que pueda inventar Hollywood y demás industrias del cine. Pero como esos de la meca del cine son tan holgazanes no sorprende que echen mano de cualquier cosa para convertirla en película. Es así como terminó Elizabeth Banks dirigiendo un guión de Jimmy Warden que monta en una comedia negra sobre un oso intoxicado.
Un Oso en Cocaína
Un grupo disparejo de personas terminan coincidiendo en un bosque de Georgia donde un oso negro se encuentra causando estragos luego de haberse intoxicado ingiriendo un paquete de cocaína. Esta es la premisa que presenta Cocaine Bear, Keri Russell (Felicity, Misión Imposible III) está en el centro de este grupo de desconocidos que terminan siendo asediados por el temible oso. Tenemos también a un peculiar policía interpretado por Isaiah Whitlock Jr. (BlacKkKlansman, Da 5 Bloods) y a un Ray Liotta en uno de sus últimos papeles interpretando a un capo de las drogas. El guión de Jimmy Warden se enfoca en generar humor mediante situaciones absurdas, mientras más descabellado e ilógico mejor. Tan errático y violento como los movimientos del oso son los compases de la narración.
Cocaine Bear es tan absurda que con facilidad puede encontrar el camino para convertirse en una película de culto. Es innegable que dentro de el montón de situaciones disparatadas hay momentos donde no podemos evitar reírnos. Decir que el oso termina por ser lo mejor de la película tal vez puede ser un insulto para el resto del elenco, pero sin dudas es un elogio para la producción. La avalancha de violencia comanda el frenético ritmo de la narración que discurre de manera fluida aún cuando en realidad no pasa de la premisa inicial. Siempre estamos circulando sobre el mismo tema y lo único que trasciende es el viaje del oso.