Puntuación: 4 de 5.

La Guerra siempre ha sido terreno fértil para el cine. Warfare (2025) de Ray Mendoza y Alex Garland se aventura por estos senderos narrando un incidente específico durante La Segunda Batalla de Ramadi en 2006. Las fuerzas norteamericanas luchaban por el control de esta ciudad clave en el centro de Irak. Pero Warfare no pretende ser una película de acción o un thriller que se apoye en sucesos reales para llevar al público por una montaña rusa de efectos visuales y balaceras interminables, no. Warfare busca ser un testimonio, una especie de homenaje y un recuento basado en la pura memoria.

El escuadrón de los Navy SEAL Alpha One tiene que dar apoyo en la ciudad de Ramadi y para esto toman control de una residencia civil de dos niveles que les permite monitorear un vecindario donde hay actividad sospechosa. Lo que parecía una misión simple y corta se convierte en un verdadero infierno cuando el equipo es descubierto y atacado. Una vez la posición del equipo Alpha One se ve comprometida quedan acorralados en esa residencia.

La Batalla de Ramadi

Warfare nace principalmente de los recuerdos de Ray Mendoza. El vivió en primera persona es misión fallida. Ahora Mendoza se pone en la silla del director y a su lado tiene al veterano Alex Garland (Civil War, Ex Machina). Mendoza ya había servido como consultor para varias películas sobre guerras y sentía que era el momento de ponerse detrás de cámara para hablar sobre la guerra en Irak un tema que para él no ha recibido mucha atención en el cine. Pero el objetivo principal era rendir un homenaje a su compañero de escuadrón Elliot Miller, que es interpretado por Cosmo Jarvis.

Contrario a lo que es la norma en las películas del género bélico Warfare quema a fuego lento. El filme le exige a la audiencia que se adentre y sienta el tedio y la incertidumbre que pesó sobre Ray (D’Pharaoh Woon-A-Tai), Erik (Will Poulter), Sam (Joseph Quinn), Elliot (Cosmo Jarvis) y los demás miembros de ese equipo Alpha One. El suspenso es lo que sostiene al filme de principio a fin, primero se nos administra por lo inquietante de la situación y luego se fija en nosotros por medio de la desesperación, el miedo y el horror.

Sangre y Dolor

Similar a lo que logran películas como Jarhead (2005), The Hurt Locker (2008) y American Sniper (2014), esta Warfare hace que conectemos en un plano más profundo con los protagonistas. Si bien las anteriores se apoyan mucho en el drama y en la ficción para vendernos la historia, la presente se apoya más en los hechos puros y simples. Mostrando una realidad descarnada que no puede ser ignorada. La cámara de David J. Thompson y la edición de Fin Oates nos llevan en una cronología en tiempo real de esa fracasada misión. Desde el título inicial hasta la desoladora secuencia final el tiempo que transcurre en pantalla es exactamente el tiempo que pasaron Ray y su equipo en esa batalla de Ramadi.

Warfare no posee una banda sonora, todo el diseño de sonido se centra en los sonidos reales del ambiente de batalla. Con la excepción de la canción que acompaña la secuencia de apertura y otra que llega con los créditos finales, no hay música que acompañe a las imágenes y esto hace que la narración resulte más efectiva. Como esa calma que precede a las tormentas así se construye el camino para llegar al clímax de Warfare. Esa tensión que va creciendo explota (literalmente) y nos deja aturdidos, sabíamos que ese momento iba a llegar, pero el impacto es tan brutal que nos sacude hasta los huesos.

Ray Mendoza y Alex Garland logran una película que de seguro será mencionada en años por venir cuando asome el tema de la guerra en el cine. Su final, abrupto y desesperanzador, nos recuerda que en la guerra no hay ganadores. Solo sangre y dolor.