Puntuación: 5 de 5.

“…el amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre.”

(Viktor E. Frankel)

Robot Salvaje (2024) es una película que se puede percibir como simple. Siendo un filme animado orientado a un público infantil, es normal que tengamos esa sensación de ligereza en su narrativa. Pero lo que realmente se esconde debajo de la superficie es mucho más complejo y desafiante a nivel emocional. Fue así como lo entendió el director y guionista Chris Sanders cuando conoció el libro homónimo de Peter Brown. Desde su publicación en 2016 el libro no ha parado de recibir premios y le han seguido dos secuelas.

DreamWorks Animation, el estudio responsable de franquicias animadas como: Sherk, Kung Fu Panda y Madagascar, anunció en 2023 la adaptación de la serie de libros de El Robot Salvaje y el estreno de la primera película se realizó en el Festival de Toronto en 2024. El filme se ambienta en una isla desierta, tras lo que presumimos es el naufragio de un barco vemos en la orilla de una playa junto a unos arrecifes una caja con un robot. En esa secuencia inicial conocemos a Rozzum 7134, un robot de servicio programado con inteligencia artificial. El único propósito de “Roz” es aceptar tareas de su dueño y completarlas satisfactoriamente. Sin humanos con los cuales interactuar Roz debe conectar con los animales salvajes de la isla.

Dilemas Existenciales de un Robot Salvaje

El primer acto de Robot Salvaje está cargado de humor ligero pero efectivo, se asegura de enganchar a su audiencia objetivo. En esa introducción ágil y fluida se presentan los personajes centrales y se establece el lazo que genera el conflicto principal de la historia. La relación entre Roz y una cría de ganso al que apodan Brightbill es el eje de la narración. El pequeño ganso percibe al robot como su madre y el robot percibe al ganso como su tarea a completar. Los arcos narrativos se desarrollan de manera perfecta para todos los personajes. Roz y Brightbill cargan el mayor peso de la historia, los secundarios como el zorro Fink, la zarigüeya PinkTail y el castor Paddler, le dan mayor profundidad y peso al filme.

A nivel visual el filme se aparta de los estándares modernos de la animación con gráficos generados por computadora. Ya es habitual ver imágenes hiperrealistas en las cintas animadas, pero Robot Salvaje nos lleva por un camino distinto. El diseño de producción de Raymond Zibach nos hace pensar más en los dibujos a mano en las páginas de un libro, que en las imágenes que genera un software de animación. Donde mejor podemos apreciar el estilo visual es durante la gran secuencia final que incluye un incendio en el bosque. Para el director Sanders todo el concepto de la película debía ser “una pintura de Monet en un bosque de Miyazaki”.

Robot Salvaje tiene la singular capacidad de conectar en distintos niveles con audiencias muy dispares. Su guion tiene la candidez para alcanzar el espíritu ingenuo de un infante y a la vez tiene la fuerza para traspasar las fibras más ásperas de un adulto incrédulo. Temas como el sentido de la pertenencia, la maternidad, la amistad, la convivencia, el sentido de la vida y el amor, van a resonar en planos muy diferentes, pero de manera muy efectiva dependiendo del espectador.