El cine de terror ha sido terreno fértil para las películas de explotación, pero también ha sido un género favorable para que los cineastas transmitan a las audiencias críticas sociales disimuladas de forma sutil entre los sustos y secuencias viscerales. Weapons (2025) de Zach Cregger transita con éxito por ambas avenidas. El filme es a la vez una sólida pieza de cine de género y una obra que propone una incómoda reflexión sobre la violencia y su ominosa presencia en la comunidad escolar y en los niños.
Wepons no llega como una sorpresa por parte de Cregger. Ya habíamos visto Barbarian (2022) en la cual explora también el cine de terror. Aquí repite la fórmula, pero mucho más pulida. En su película anterior el discurso también trascendencia más allá de lo obvio y se adentraba por los temas de la violencia femenina y el machismo nocivo. Aquí se vale de una historia perfectamente escrita y contada con una narrativa coral para no solo exponernos a una tensión casi insoportable sino también a una dura reflexión sobre lo profundo de las raíces de la violencia en la sociedad actual.
Niños corriendo hacia la oscuridad
La premisa es sencilla pero inquietante: 17 niños desaparecen la misma noche, todos saliendo de sus casas exactamente a las 2:17 a. m. Corren hacia la oscuridad y se desvanecen sin dejar rastro. Lo más perturbador es que todos compartían el mismo salón de clases. A partir de este punto, el guion de Zach Cregger comienza a provocarnos, utilizando la incertidumbre como puerta de entrada para arrastrarnos a un tenso viaje de terror que manipula nuestra psique y nos sacude hasta los huesos, antes de concedernos un respiro gracias a precisos toques de humor negro.
Quedarse en la superficie de Weapons es lo más fácil: conformarse con su cuidada puesta en escena, la precisa musicalización y el acertado uso de los clichés del género para provocar los sustos esperados, es apreciar solo una parte de la propuesta de Cregger. Al mirar más de cerca, emerge una crítica que persiste y se vuelve más evidente a medida que el filme avanza. Metáforas y paralelismos se entrelazan para reforzar el discurso de Weapons, ya sea en la constante alusión a los parásitos o en la representación de una sociedad corroída, encarnada en figuras adultas que operan dentro de instituciones tan rígidas como ineficaces. Que terminan convirtiendo a nuestros niños en armas.
Tres pilares narrativos
Aunque los eventos se nos dan desde varias perspectivas hay tres que sostienen toda la fuerza dramática de los arcos narrativos del filme. Por un lado, tenemos a Justine (Julia Garner) la profesora que se encuentra en el centro de la controversia. Por otro lado, tenemos a Archer (Josh Brolin) el papá consumido por el duelo, pero obsesionado con encontrar a su hijo. Y para completar el tridente tenemos a Alex (Cary Chistopher) el niño que es la clave para resolver el misterio de los niños desaparecidos. Las historias de estos tres personajes se entrelazan junto con otras secundarias para completar el retorcido rompecabezas que propone Wepons.
Ya sea con la siniestra secuencia inicial de los niños corriendo por las calles en mitad de la noche, la diabólica mirada de la tía Gladys, la sofocante tensión del clímax dentro de la casa o el desenlace impactante que mezcla horror y humor con precisión quirúrgica, Weapons encuentra siempre la manera de seducirnos y atraparnos en su retorcido universo. Cada imagen, está calculada para incomodar y fascinar al mismo tiempo. Estamos ante una película con el calibre para convertirse en una referencia obligada del cine de horror contemporáneo.



