Puntuación: 4 de 5.

Tal vez todos estamos al borde la paranoia y sólo hace falta un pequeño empujón para detonarla. Una Casa de Dinamita (2025) de Kathryn Bigelow juega con la premisa de la paranoia de la aniquilación nuclear para montar una historia que parece sacada de los tiempos de la Guerra Fría pero que se plantea en el momento actual. El guion de Noah Oppenheim nos enfrenta con la realidad de la posibilidad de que una guerra nuclear late hoy con más fuerza que nunca. Pero la población está distraída entre crisis económicas, cambio climático y tendencias de redes sociales.  

Un misil de origen desconocido ha sido lanzado hacia los Estados Unidos, los sistemas de alerta se activan y los responsables de la seguridad nacional intentan desesperadamente determinar el origen del ataque, si es un ataque real y como responder a esta amenaza. Una Casa de Dinamita nos confirma que Kathryn Bigelow es una maestra en la ejecución y puesta en escena del thriller con una alta carga de suspenso. Siguiendo las líneas de algunas de sus películas previas como The Hurt Locker (2008) y Zero Dark Thirty (2012), Bigelow vuelve sumergirse en el complejo mundo de los juegos políticos, pero ahora con más fuerza. Aquí la directora se decide por un drama de suspenso político que se apoya en actuaciones y edición y se aleja de las elaboradas secuencias de acción que caracterizan su obra.

Una Casa de Dinamita utiliza de manera muy efectiva el recurso cinematográfico de la carrera contrarreloj. Bigelow estructura un thriller político asfixiante desde las dudas de los personajes centrales ante un hecho inminente y las decisiones que deben tomar. Una simple acción puede desencadenar el fin del mundo. La ominosa cuenta regresiva de esos cronómetros se convierte en el aliado perfecto para que el filme de Bigelow mantenga la tensión narrativa. La edición que nos presenta el mismo hecho desde distintas perspectivas nos recuerda a Rashomon (1950). La música se combina de manera perfecta con la edición fragmentada para incrementar el estado de paranoia y desesperación que arropa a los personajes.

Una Casa de Dinamita

Son muchas las películas que han salido del fértil terreno de la temida extinción nuclear. Fail Safe (1964), Dr. Strangelove (1964), The Hunt for Red October (1990), Trece Días (2000) y así podríamos seguir. Lo que separa a Una Casa de Dinamita de sus predecesoras, es que contrario al apocalipsis nuclear que insinuaba la Guerra Fría, el riesgo de hoy es más caótico, menos controlable. El misil y la destrucción absoluta son los villanos omnipresentes que se convierten en la crítica política de la directora. Aquí no importa quien ha iniciado el caos lo que importa es que existen en nuestro mundo poderes militares y políticos con la capacidad de aniquilar el planeta por completo.

El filme de Bigelow pone a sus personajes en el centro de la historia y les da una dimensión que trasciende el papel determinante que juegan frente a la amenaza mortal. Cuando vemos a la Capitana Olivia Walker (Rebecca Ferguson), o al Mayor Daniel González (Anthony Ramos) entendemos que tienen posiciones críticas para defender a un país de ataques externos, pero también percibimos su dimensión humana. Una llamada telefónica, un dinosaurio de juguete, una fotografía, son pequeños detalles que utiliza la directora para conectarnos con sus personajes en un plano que nos crea empatía.

Lo realmente aterrador de Una Casa de Dinamita es que nos recuerda que vivimos en un mundo donde la destrucción total puede desencadenarse con una sola decisión o hasta por un error humano. Bigelow propone la idea de que la humanidad confía su destino a personas comunes y corrientes que tendrán que tomar una decisión bajo presión. Personas con los mismos miedos e incertidumbres que tenemos todos. En el centro de defensa en el Ártico, en el comando de defensa de la Casa Blanca, en el centro de comando de operaciones militares, en todos esos lugares críticos, lo que vamos a encontrar son humanos que en el momento de la verdad tendrán que debatirse entre la responsabilidad, el pánico, la valentía y la duda.

Una Casa de Dinamita no ofrece esperanza, nos deja sumidos en la angustia de la fragilidad de un sistema que se empeña en creer que el mundo lo defienden héroes infalibles, cuando en realidad el destino de todos lo controlan manos tan endebles como las nuestras.