Puntuación: 2 de 5.

La noche del 23 de noviembre de 2010 Christy Martin fue brutalmente atacada por su esposo. Luego de apuñalarla varias veces le disparó en el pecho y la dejó por muerta en el piso de su habitación y fue a tomar una ducha. De manera milagrosa Christy logró ponerse de pie y caminar hasta la calle donde encontró a un conductor que la llevó hasta un hospital. Este episodio de la turbulenta vida de la otrora campeona del peso welter parece sacado de una película de terror. En Christy (2025) del director David Michôd revivimos la vida dentro y fuera del ring, de una de las boxeadoras más dominante de todos los tiempos.

La modesta vida en West Virginia, el duro ascenso, la gloria en el ring y la estrepitosa caída, se mezclan en el guion de Christy para darnos una biografía enmarcada en las líneas de la ficción. Michôd se va por el camino seguro y presenta una historia que se apega a los hechos y los entrega en una narrativa casi didáctica. El grito feminista es la bandera que enarbola el filme y la que dicta el tono de las acciones y el desarrollo de los personajes. La mujer maltratada psicológica y físicamente se convierte en heroína ante el antagonista que es el esposo abusivo.

La Furia de Christy

En Christy todo el peso de la historia recae sobre Sydney Sweeney que tiene que despojarse de sus encantos para aterrizar a un personaje que le exige más de sus dotes de interpretación que sus dotes físicos. Este es el papel más atípico de Sweeney en su joven carrera, tal vez se pueda comparar con lo que hizo en la serie de televisión Euphoria si lo ponemos en la perspectiva de la profundidad emocional que exigen ambos roles. Su interpretación es uno de los puntos luminosos del filme, podemos olvidar a la rubia voluptuosa y creernos a la hija del minero que a los puños se convierte en una leyenda del ring. Todo gravita en torno a ella y fuera de ella la película es una serie de altibajos.

Por obligación Christy navega en dos aguas, es a la vez un drama familiar y una película sobre deportes. Pensemos en películas como Rocky (1976), Raging Bull (1980) o Million Dollar Baby (2024), todos ejemplos perfectos de una combinación efectiva de géneros cinematográficos. En todas esas tenemos la intensidad de las peleas y la vida del atleta, pero también tenemos el desgarrador drama que se vive fuera del ring. En esta propuesta de David Michôd se descuida la ejecución cinematográfica y se pone por encima el discurso de emancipación.

Christy cumple con poner en pantalla la vida de una pionera del boxeo y representarla como un símbolo de resistencia frente a la violencia de género. En el camino sacrifica mucho potencial a nivel narrativo y se sostiene casi exclusivamente por la entrega de Sydney Sweeney. Se antojaba una película más arriesgada e inolvidable, sobre todo teniendo como referencia el documental de Netflix de la serie Untold, Deal with the Devil (2021), que logró retratar con crudeza y sin concesiones la vida de Christy Martin. Frente a ese material, la propuesta de Michôd tiene menos contundencia, prefiere subrayar el mensaje antes que profundizar en las complejidades de su protagonista.