Puntuación: 3 de 5.

El terror ha marcado la corta carrera del director australiano Sean Byrne. Animales Peligrosos (2025) es su tercer largometraje y en igual número de ocasiones se ha decantado por el sendero de los sustos. En su nueva propuesta Byrne mezcla la fórmula del asesino en serie con el terror característico de las películas de monstruos, específicamente el subgénero de los filmes sobre ataques de tiburones.

Hay cierto encanto en la forma como Animales Peligrosos enfrenta un camino tan transitado. La fórmula es tan obvia que podemos casi predecir al segundo lo que sucederá en cada secuencia, aún así la puesta en escena resulta efectiva y no nos arrastra al aburrimiento. Puede que sea la simpleza con la que el director propone la historia o el hecho de que la película no pretenda ser más de lo que es. Aquí no hay un intento de dar profundidad psicológica a cada personaje más allá de lo necesario para que la historia funcione. Animales Peligrosos va directo a su oficio y siempre busca generar horror con los recursos tradicionales del género.

De Tiburones y Asesinos

No estamos ante una película que deslumbre por su originalidad ni por tener un guion impecable. Más bien estamos ante un filme que sigue una fórmula bastante conocida y obtiene los resultados esperados. Animales Peligrosos se apoya mucho en el villano, perfectamente interpretado por Jai Courtney. Ese asesino de mirada espeluznante, frío, calculador y brutal es el punto más alto del filme. En la otra cara de la moneda tenemos a Zephyr (Hassie Harrison) una surfista aventurera que se convierte en la presa de turno del monstruoso psicópata. Harrison resulta efectiva como la chica dura que no va a ser una presa fácil.

Otro elemento que juega a favor de esta propuesta del director Sean Byrne, es su metraje. En 1 hora y 38 minutos el filme logra mantener la intensidad, no hay tiempo para secuencias de relleno o tomas de referencia, la acción es constante y eso ayuda a que el público no medite mucho el argumento. Desde la primera secuencia se puede sentir esa amenaza latente del antagonista aún cuando todavía no sabemos de sus diabólicos juegos.

El único lastre que tiene este bote es que no puede escapar de los clichés y sin ellos no tiene vida. No podemos negar la efectividad con la que Animales Peligrosos nos lleva por cada acto desde la introducción hasta la resolución final. Pero no podemos pasar por alto la falta de creatividad para entregarnos las ecuaciones ya conocidas y la forma como se decide por el empalagoso final.

Animales Peligrosos no reinventa el terror, pero tampoco lo traiciona. Es una película que entiende sus propias limitaciones y, dentro de ellas, cumple con solidez. Para quienes buscan tensión, sangre y un villano memorable, el viaje vale la pena.