Puntuación: 4 de 5.

Hay un contraste asombroso entre el Mark Kerr que vemos triturando oponentes sobre el cuadrilátero y el Mark Kerr sonriente y distraído dando vueltas en un carrusel como si fuera un niño. Esa poderosa yuxtaposición nos revela la complejidad de la lucha interna que libraba Kerr. The Smashing Machine (2025) del director Benny Safdie explora un fragmento de la vida de uno de los pioneros en el mundo de las Artes Marciales Mixtas (MMA), su ascenso meteórico y brutal caída. Con un tono casi documental Safide nos enseña la humanidad de una figura dulce y amarga, inspiradora y trágica.

Lejos de la gloria y la efervescencia que suelen acompañar a los dramas deportivos, The Smashing Machine traza un retrato más sobrio e íntimo.  Safdie mira la figura de Mark Kerr con una mezcla de reverencia y fascinación. Lo que pone en pantalla es un drama profundamente humano. El relato inicia en el momento justo del nacimiento de la leyenda, sienta las bases cuando se adentra en la turbulenta relación de Kerr y su novia Dawn Staples, su adicción a los opioides y el costo físico y psicológico de un deporte casi sin reglas en sus inicios.

La transformación de Dwayne Johnson

De la misma forma que ese Mark Kerr siente el peso del mundo sobre sus hombros así se siente la interpretación de Dwayne Johnson donde descansa todo el peso de The Smashing Machine. Lo que le exige Safide con un guion, que gravita por obligación en su capacidad de dar vida al personaje central, es inmenso y Johnson logra una interpretación que mata todos los estereotipos que su carrera como actor le ha impregnado. No solo la transformación física en su apariencia con la ayuda del equipo de maquillaje, lo que más impacta es la profundidad emocional que el actor muestra en la pantalla. Sus silencios son tan fuertes como los puños que asesta a sus oponentes, esa imponente figura se hace frágil y se desmorona en el vacío emocional y la incapacidad de aceptar el fracaso.

Con Emily Blunt haciendo de Dawn Staples, el director completa la ecuación emocional del filme. A Blunt le corresponde ser el catalizador en una interpretación que equilibra y potencia la de Johnson, con breves pero intensos momentos en los que toma el control absoluto de la escena. Siempre muy efectiva, Blunt maximiza cada momento en pantalla con una fuerza contenida que abruma. La conexión entre Dwayne Johnson y Emily Blunt es vital para que The Smashing Machine prospere, pero también debemos resaltar la dinámica de Johnson con Ryan Bader quien encarna con autenticidad al entrañable amigo y compañero de lucha Mark Coleman.

El mundo de The Smashing Machine

Si algo distingue la filmografía de Benny Safdie es su meticulosa obsesión por la ejecución y el diseño de cada detalle. En el plano audiovisual, siempre entrega experiencias hipnóticas, y The Smashing Machine no es la excepción. La cámara de Maceo Bishop otorga al filme una textura casi documental y brilla tanto en las secuencias de combate, ya sean los enfrentamientos físicos en el cuadrilátero como los emocionales en la intimidad del hogar de Mark y Dawn, como en los momentos de vulnerabilidad silenciosa. La composición musical de Nala Sinephro, con sus notas de jazz melancólicas, impregna cada encuadre de una cadencia introspectiva que guía el pulso de la edición. Imagen y sonido se unen de manera perfecta para elevar la película más allá del drama deportivo, estamos ante una reflexión profunda sobre un personaje y la fragilidad humana.

En manos de Dwayne Johnson, Mark Kerr deja de ser una figura mítica y se convierte en un reflejo de la condición humana. Un gigante con pies de barro que se hunde cada vez más con cada golpe que lanza y con cada victoria que consigue. The Smashing Machine no solo reconstruye el ascenso y caída de una leyenda de la MMA, es un drama que examina con precisión quirúrgica los rincones más profundos del alma de un hombre que mientras subia a la gloria, con cada paso también descendía al infierno.