Puntuación: 5 de 5.

Bob está absorto en su mundo drogándose mientras en la televisión presentan La Battala de Argel (1966). El retumbar de un teléfono es suficiente para traer de golpe todo su pasado y devolverlo a la realidad. Cuando llegamos a este punto ya Una Batalla Tras Otra (2025) nos ha inoculado con su frenesí. Para el director Paul Thomas Anderson esta es la segunda vez adaptando una novela de Thomas Pynchon. En 2014 llevó a la pantalla Inherent Vice con Joaquin Phoenix como el peculiar detective Doc Sportello. Ahora Anderson se apoya en Vineland publicada en 1990 para crear el universo de Una Batalla Tras Otra.

Si recorremos la filmografía de Paul Thomas Anderson, Una Batalla Tras Otra se revela como su obra más centrada en la acción. El cineasta californiano, conocido por su maestría en el drama coral y en la exploración psicológica de sus personajes, da un giro a su estilo narrativo y nos ofrece una historia donde la acción marca el compás y condiciona la intensidad del drama subyacente desde la primera imagen en pantalla. En títulos como Boogie Nights (1997), Magnolia (1999), There Will Be Blood (2007) o The Master (2012), ocurre lo contrario: es el drama el que domina y la acción surge como una consecuencia de las tensiones internas. Aquí, en cambio, Anderson se adentra en un territorio distinto y entrega un filme de acción puro, sin renunciar a la profundidad que caracteriza su cine.

Una Batalla Tras Otra

Es imposible apartar la mirada. Una Batalla Tras Otra nos hipnotiza con el trabajo de cinematografía de Michael Bauman y la composición de Jonny Greenwood, dos sospechosos habituales dentro de la obra de P. T. Anderson. La fotografía y la música se convierten en los personajes omnipresentes que acompañan a Perfidia (Teyana Taylor), Bob (Leonardo DiCaprio), Willa (Cahse Infiniti) y al coronel Lockjaw (Sean Penn) en su alucinante aventura. El núcleo de Una Batalla Tras Otra se compone de estos cuatro personajes, pero lo que el director nos entrega trasciende más allá de ellos y necesita por obligación todos esos personajes secundarios que se hacen memorables.

Con abundante humor negro y la sátira como su herramienta predilecta, Una Batalla Tras Otra dibuja un retrato mordaz de la sociedad estadounidense contemporánea, exhibiendo sus fracturas y contradicciones con un tono crítico que nunca pierde filo. De manera paralela el director nos entrega el drama de un padre y su hija, de una madre ausente y de un militar retorcido que no conoce límites para saciar su ambición. DiCaprio se luce una vez más y demuestra su poder para dominar la pantalla. Sean Penn es el antagonista perfecto, su interpretación tiene una potencia impresionante. Teyana Taylor es la chispa que enciende el caos y Chase Infiniti es una revelación. Otro personaje inolvidable es el enigmático Sensei Sergio St. Carlos que lo interpreta un muy efectivo Benicio Del Toro. El reparto de Una Batalla Tras Otra iguala en intensidad narrativa de la acción para convertir al filme en un verdadero espectáculo cinematográfico.

Una Batalla Tras Otra late con furia, pero también con inteligencia, es una expansión del universo cinematográfico de P. T. Anderson. Comulgando con el vértigo de la acción sin abandonar la complejidad emocional de los personajes característicos del director. El resultado es una película que se mueve entre lo frenético y lo reflexivo, entre el delirio visual y la sátira política. En el camino surgen secuencias inolvidables, como la espectacular huida por los tejados, que combina la vertiginosa tensión de Vértigo (1958) con la energía coreográfica de West Side Story (1961). A ello se suma la persecución final, un homenaje a clásicos del cine de acción como Vanishing Point (1971) y Bullitt (1968), donde Anderson lleva la tensión a su punto más alto. El desenlace se construye con la solemnidad de los grandes duelos del western, condensando en ese clímax toda la furia, el estilo y la ambición del filme.